Malala Yousafzai
Premio Sajarov 2013 a la libertad de conciencia
"El 9 de octubre de 2012 los talibanes me dispararon en la cabeza. Dispararon también a mis amigos, pensaron que con sus balas nos callarían para siempre, pero fracasaron. De ese silencio surgieron miles de voces, los terroristas pensaron que cambiarían mis objetivos y detendrían mis ambiciones pero nada ha cambiado en mi vida, excepto esto: la debilidad, el miedo, la desesperanza murieron para siempre, nacieron la fuerza, el poder y el coraje».
Su historia no comienza en 2009, cuando sólo tenía doce años. Entonces ya era una férrea defensora de su derecho a recibir una educación y comenzó a escribir en un blog cómo iba a clase de forma clandestina.
«Tengo derecho a la educación, a jugar, a cantar, a ir al mercado, a que se escuche mi voz (...) En el mundo las chicas van a la escuela libremente y no hay miedo, pero en Swat cuando vas a la escuela tienes mucho miedo de los talibanes. Ellos nos matarán. Nos lanzarán ácido a la cara. Pueden hacer cualquier cosa», escribía la joven bajo el seudónimo Gul Makay.
El momento en el que Malala escribe esas líneas es de especial relevancia ya que los talibanes controlaban el valle del Swat, en el noroeste paquistaní, e imponían su versión rigurosa del Islam, incluyendo la prohibición de que las niñas fueran a la escuela. Un año más tarde, en 2010, el ejército de Pakistán logra expulsar de la zona a los talibanes y el Gobierno la galardonó con un premio nacional por su defensa de la educación. El lado negativo de la historia reside en el hecho de que los talibanes pudieron ponerle cara. Dos años más tarde intentaron apagar su voz pero generaron el efecto contrario; no sólo no acabaron con su vida, sino que hicieron que su mensaje se extendiera.
Los talibanes dejado clara su postura: si vuelven a tener la oportunidad de matarla, la aprovecharán. Ella, por su parte, seguirá su lucha con las armas con las que asegura que se puede cambiar el mundo:
«Un libro, un lápiz, un/a profesor/a y un/a niño/a».
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